Una nueva amenaza contra la Unión Patriótica, y contra la Marcha, y contra la MIA. Normal. Lo lógico en este país. ¿Qué hacemos? Publicarlo, emitir un comunicado. ¡Tenemos que demostrar que en este país no hay garantías! Claro que no hay garantías. ¿Hay algo más que se pueda hacer?
El gobierno se reúne con la UP y le dice que está muy interesado en que puedan participar en las próximas elecciones. Pero los recursos, que es lo que puede poner, no llegan a tiempo y cuando llegan no llegan suficientes. ¿El Presidente? Demasiado ocupado para decir en pocos segundos en público lo que muchos funcionarios del Estado han dicho en privado ahora que estamos en tiempos de reparación.
¿Estamos haciendo lo correcto? No hay nada correcto cuando se trata de una relación de dominación consolidada, en la que al dominante le basta voltearse con los ojos encendidos de la rabia de que vive, y el esclavo, y la violada, y el niño humillado, y el obrero, y el sobreviviente, sienten que les corre eso que siento ahora, y que sienten nuestras madres, y que es como una tormenta que mueve el barco de tu vida como un toro mecánico, con la que has aprendido a vivir a pesar del vómito todos los días. Cuando te quieren matar te matan con chaleco, sin chaleco, con un ejército de escoltas, o en tu refugio solitario en las montañas. ¿Entonces? Igual, el gobierno se mueve más por la rodilla de Falcao que para expresar su autoridad y defender la vida de un pueblo. Hay que exigirle que cumpla.
Habría también que hacer lo que nos corresponde a nosotras, que es lo que uno puede asegurar frente a cualquier problema. Si todos los movimientos sociales alternativos, y los partidos de oposición de izquierda nos uniéramos en serio, las amenazas serían menos efectivas. ¿Obvio, no? Lo que me da rabia ahora, es que antes de que entráramos en tiempo electoral, todos hicieron lo que había que hacer para joder esa unión, y los únicos que se unieron lo hicieron del modo más pragmático, incapaces de juntarse al fondo para ampliar la junta. Y me da rabia porque les escuché decir que era muy difícil ponerse de acuerdo, y que lo máximo que podía hacerse era una alianza electoral. ¡Una alianza por la vida es lo que les estamos pidiendo! La unidad de los pueblos es lo único distinto a la militarización que puede enfrentar las amenazas y la muerte. No se puede seguir el legado sólo en lo que se refiere a la “lucha por la paz”. Sin unidad no hay nada.
También hay que votar y hechas las circunstancias, hay que votar contra el miedo. Yo quiero decirlo clarito, porque recibo correos de personas que viven en el exterior que están confundidas, y me he encontrado con críticos muy fuertes de nuestra incapacidad. Mi voto, el seguro, es por Iván Cepeda al Senado. ¿Por qué? Porque en los años en que no teníamos más que demandas silenciadas sobre nuestra historia como sobrevivientes de la UP, fue Iván quien me enseñó a enfrentar el miedo y a participar de la política. Y porque fue él también quien me animó, a mi y a muchos, en contra de la falta de creatividad que considero insoportable de tantas agrupaciones de izquierda. Iván Cepeda nos ha enseñado que se puede mantener la coherencia, sin que eso signifique inmovilidad ni autocomplacencia, y eso es invaluable en la carrera por construir una propuesta como la que tenemos delante. Más allá, reconozco su fuerza liderando la causa de la verdad y la justicia, que luego otros han querido abanderar con oportunismo. Sobre todo, he visto a Iván proponiendo y defendiendo la unidad contra el miedo, una y otra vez, hasta confundirse con la gente en la Plaza de Bolívar.
En tiempos de amenazas, y de promesas incumplidas, y de mesianismos, y de incapacidades, tenemos que sacar todo lo que hemos acumulado como orgullo y conciencia, y con lo que hemos alimentado al amor por la vida. Y votar por quien sea, pero votar contra el miedo.