24 de marzo: Día de la memoria

Si los monumentos, las estatuas y los libros gordos oficiales han germinado, las más de las veces, primero desde el poder instituido,  las fechas de conmemoración han sido muy distintas. Ellas son verdaderos campos de disputa en los que se pone a prueba la capacidad de los pueblos oprimidos por dotar de sentido su experiencia histórica, teniendo que ganar su configuración por medio de una lucha activa, año tras año, a través de la acción colectiva y la movilización creativa.

Fechas como el 24 de marzo en la Argentina comportan ese carácter, sin duda. Se trata de la fecha en la fue ejecutado el golpe de Estado que instauro hace 38 años la última dictadura cívico militar que gobernara entre 1976 y 1983, motivada por la idea del “Proceso de Reorganización Nacional”. Si fuera por quienes proclamaron una política exitosa de eliminación del comunismo foráneo, el 24 de marzo sería un día de dignidad nacional basada en la limpieza, el honor y el progreso. Pero gracias al movimiento persistente de los sobrevivientes, los defensores de derechos humanos y  múltiples fuerzas políticas, el 24 de marzo es un motor de reflexión contante sobre lo que quiso lograrse realmente con la dictadura, en contra del discurso justificatorio de más de 30 mil detenciones desapariciones que sustentaron su modelo. En palabras del gran Eduardo Luis Dualde, quien fuera Secretario de Derechos Humanos de la Nación:

Sería una simplificación, pese a la política masiva y sistemática de exterminio, reducir a la caracterización del Estado terrorista a una “máquina de matar”. Fue eso, sin lugar a dudas, pero también en su fin último, un sistema de dominación y control absoluto de la sociedad donde la muerte fue el instrumento eficiente y multiplicador para aniquilar en sus efectos expansivos, toda resistencia o contestación social”.

Sobre la base de esa comprensión que sólo es posible gracias a una memoria que supera a la historia convencional, el 24 de marzo es una fecha en la que se atiende al presente efectivamente marcado por la acción represiva, y las violaciones a los derechos humanos, y no un hecho pasado que sólo debiera conmovernos. Lo interesante de esta conmemoración para toda América Latina, es que se ha convertido en un punto de reflexión especial sobre la relación entre las dictaduras (y digo yo que también sobre los conflictos armados), y esa determinada estructuración económica que nos ha sido vendida como un hecho natural, ocultándonos sus fundamentos genocidas. Fue primero Rodolfo Walsh quien en su carta a la junta militar argentina denunció la “miseria planificada” como el fondo de la guerra sucia antisubversiva en el continente. Y hoy, 24 de marzo de 2014, son los movimientos sociales los que denuncian, parafraseando a Benjamin “el instante de peligro” con el que hacemos memoria: “Democracia o Corporaciones”.  es la consigna.

Otro motivo por el cual es tan importante el 24 de marzo, es que también comporta una conmemoración con sentido de lucha y dignidad de los pueblos en otras latitudes, a las que hemos mirado poco, ciertamente. En El Salvador, donde hace unos días se logró por primera vez que un excomandante guerrillero fuera presidente, a favor de la profundización democrática, el 24 de marzo se conmemora como la fecha del asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, a quien llaman con cariño San Romero de América. ¿Y qué con la fecha? Más allá de esa escena que debiera sernos patrimonio, la del asesinato en plena misa de un cura que predicaba por amor “la opción por los pobres”, el 24 de marzo en El Salvador es una fecha que alumbra sobre el sentido profundo de los acuerdos de paz y sobre la democracia que tiene que defenderse hoy y hacia el futuro, en tiempos en que realmente se ponen a prueba cuando las luchas sociales logran la alternancia del poder.

Las reflexiones que suscita el 24 de marzo están todas atravesando la realidad colombiana el día de hoy. Alrededor de esta fecha, nos alumbran en el presente las preguntas y las marcas vigentes que podemos leer con una buena memoria en cientos de asesinatos, como los de Álvaro Fayad (13 de marzo), y Bernando Jaramillo (22 de marzo), para citar sólo dos entre los más cercanos. ¿Qué podremos decir sobre la miseria planificada, el control generalizado, la desestimulación de la resistencia y la contestación? ¿Quiénes han contado las muertes para que prevalezca la vida y se imponga el derecho obligatorio a la paz, tantas veces traicionado?

 

 


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