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Primero fue la palabra.

  • Amenazas en la puerta de la paz

    marzo 11th, 2016

    Ante las amenazas que se están produciendo vinculadas al rearme paramilitar, y los asesinatos que ya completan cinco en una semana, los medios, varios representantes del gobierno y muchos líderes de izquierda debemos reflexionar sobre la profecía del miedo a la repetición de lo ocurrido con la UP. Lo que es urgente es que se descubra la verdad y se tomen medidas efectivas evitando el mensaje de condolencia inútil y perjudicial para todos.

    El mejor ejemplo sobre lo que son las profecías autocumplidas aparece en un cuento de García Márquez que nunca he leído, pero me lo contaban mil veces de niño de la manera que ahora resumo. Una señora se levanta un día diciendo que ese día va a pasar algo grave en su pueblo. Y se riega la bola. Y la gente comienza a hacer cosas porque ese día, están diciendo, va a pasar algo grave en el pueblo. Hasta que terminan quemando las casas por miedo a eso que va a pasar. Como yo me lo imaginaba, al final aparece la señora con las llamas reflejadas en sus pupilas junto a su hija o su sobrina, diciendo: “viste mija, yo te dije que hoy iba a pasar algo grave en este pueblo”.

    Como lo hizo la Silla Vacía (http://goo.gl/HYD5WN) ha sido común durante este último proceso de paz que se ponga en boca de la izquierda la denuncia del paramilitarismo. Que el problema de los asesinatos y del rearme paramilitar se reduzca en su magnitud como la amenaza generalizada que es. Que algunos voceros de izquierda respondan que tienen mucho miedo, y que todos digan que el miedo es a que se repita lo de la UP. Pero esa focalización del problema y esa evidencia del susto, en vez de producir solidaridad o alarma en el gobierno, al que le debería importar que todos los que estamos cobijados por la historia de la UP tuviéramos y sintiéramos que tenemos garantías, funciona como un mensaje de profecía autocumplida, negativo para todos. Certifica la efectividad de los ataques recientes, no preocupa a los que creen que como no son de izquierda la cosa no es con ellos, y fragmenta la posibilidad de la verdadera solidaridad al recalcar, de nuevo, que el que se acerca a esos rojos comunistas termina amenazado, porque hasta debe ser verdad eso que dice Fernando Londoño en sus videos en youtube. Y por ahí derecho, ciertamente, reduce las expectativas generales de que el proceso de paz puede cambiar algo.

    Si es verdad que en este país importan las víctimas hay cosas que debiéramos asumir como aprendidas y actuar en consecuencia. Si están amenazando o asesinando a líderes de izquierda en la puerta de la paz, tendría que haber una convocatoria masiva a rechazar esos hechos desde los medios de comunicación, buscando el poder de la verdad de los responsables para oponerlo al miedo. Si es verdad todo lo que se ha dicho ante las víctimas de las masacres, y de los secuestros, y del genocidio contra la UP, y que Basta Ya y que Nunca Más, debería haber un mensaje rodeando a los amenazados, haciendo de la unidad la fórmula contra el miedo. Y si es cierto que la izquierda ha hecho de tanta tragedia una lección, deberíamos también afirmar, de una vez por todas, que nuestro miedo no evita ningún asesinato, y que si nos toca vivir sorteando la cobardía de los que amenazan, mejor que la sociedad sepa que con nosotros encuentra esperanza y no miedo.

    Señor Presidente Juan Manuel Santos. Si todo lo que se ha dicho y escrito sobre las víctimas ha sido en serio, este debería ser el momento en que se convocara la acción de todas las instituciones que tienen algo que ver con la no repetición, el movimiento de derechos humanos, con comisiones especiales de investigación y juzgamiento, en vez de unirse y actuar después para reparar lo irreparable. ¿No es eso lo que significa que las víctimas sean el centro de la paz?

    Si algo no debemos repetir en Colombia es la actitud paralizante, la indiferencia generalizada que comienza por los eufemismos, las profecías autocumplidas y la silenciosa complicidad de quienes aceptan el miedo, hasta que les toca la puerta. ¿Entonces?

    José Antequera Guzmán.

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

  • Nominados al Premio Nobel de Paz

    febrero 7th, 2016

    Bogotá, 7 de febrero de 2016.

    Compañeras. Compañeros.

    Esta semana del mes de febrero de 2016, hemos recibido la noticia de que estamos nominados al Premio Nobel de Paz. El parlamentario del Partido Socialista de Noruega, Heikki Eidsvoll Holmås, quien nominó a los ganadores del año anterior, propone que este año se le dé el reconocimiento al Gobierno colombiano, en cabeza de Juan Manuel Santos, a las FARC-EP, en cabeza del comandante Timoleón Jimenez, y a las víctimas, con cinco nombres representantivos:

    Luz Marina Bernal, líder de la causa de las madres cuyos hijos han sido víctimas de ejecuciones extrajudiciales; Jineth Bedoya, periodista, líder contra el silencio y el crimen de la violencia sexual; Leyner Palacios, líder de la comunidad de Bojayá; Constanza Turbay, una mujer comprometida con la paz cuya familia fue asesinada por las FARC-EP; y yo, José Antequera, a quien me correspondió la primera intervención de las víctimas en la Habana a partir de la lucha que he emprendido frente al asesinato de mi padre y de los miles de militantes asesinados en el marco del genocidio contra la UP.

    Es claro que esta nominación es, en primer lugar, un reconocimiento a la razón y entrega de quienes han defendido la causa de la paz en Colombia, y allí, a mi padre y a mi madre, entre millones. A las víctimas que han convertido su experiencia en el fundamento de los cambios que fueron negados y traicionados, una y otra vez, antes de que el conflicto se convirtiera en un infierno. Y por supuesto, también para grupo de las 60 a quienes nos tocó ir a la Habana, y pusimos todo de nosotros para darle un empuje al proceso del que no conoce el país, pero que nosotros atestiguamos orgullosos de haber aportado a un cambio trascendental para la historia.

    Ahora, cuando nuestro país necesita concretar la refrendación de los Acuerdos y el diálogo con el ELN, cuando tenemos que asegurar que no ocurrirán nuevas traiciones mientras enfrentamos la inconsistente política que privilegia el extractivismo de las multinacionales sobre los derechos humanos y el desarrollo equitativo y sostenible, sólo espero que la nominación al Nobel nos ayude a elevar nuestra voz, a crecer para aportar a la materialización de la promesa de la democracia que corresponde a nuestra generación. Si vamos juntos, vamos.

    Aquí el link de la noticia: http://www.sum.uio.no/forskning/blogg/norlablogg/colombia.html

    Salud.

     

     

     

  • La indignación no basta. La unidad de la izquierda tampoco.

    enero 24th, 2016

    La indignación no basta. Eso acabo de leer en un grupo de WhatsApp, a propósito de un mensaje que circula por ahí titulado “Despierta Colombia” en el que se denuncia la corrupción, la venta de Isagen, etc. y se llama a la movilización social espontánea. Y es cierto. A propósito de las últimas medidas del gobierno nacional y del de Bogotá hay muchas razones para emputarse, pero se necesita mantener alguna claridad sobre la canalización si no se quiere terminar trabajándole a los que siempre están esperando para pescar en río revuelto imponiendo dictaduras y represión, dizque a favor pueblo indignado.

    En mi muro de Facebook una mujer comentó que para ella el proceso de paz es sólo una cortina de humo para que no veamos lo que está pasado con las empresas públicas. Confundiendo las peras con las manzanas, esa mujer está pensando como una buena cantidad de personas en Colombia que cree que la paz es un proyecto de Santos. No se puede olvidar que la paz como está siendo, negociada, con diálogos, con acuerdos, es el proyecto que hemos defendido nosotros, hasta las últimas consecuencias, para que se abra la democracia en Colombia y deje de ser la guerra la mejor excusa para tapar y silenciar los problemas del país. Pero que yo le diga eso a la comentarista de mi muro no cambia nada. Ahí está el síntoma de algo grave a lo que hay que pararle bolas, porque la paz no se puede perder aunque el gobierno crea que puede hacer lo que sea, que tranquilo, que con el fantasma de la guerra, ahí está la gente buena, y la izquierda, dispuesta a defender en el último minuto a su gobierno y a la paz porque si no viene el coco de Uribe y nos lleva.

    Además la indignación no basta por otros motivos. Supongamos que se cumple el sueño de los que están queriendo convocar, con las mejores intensiones, esa acción espontánea, popular, sin banderas ni partidos, que remueva la situación indignante. Para que las cosas cambien se necesitan alternativas organizadas, y no sólo buenas intensiones. En las marchas también hay mucha gente corrupta que simplemente aún no ha tenido su oportunidad.

    Pero ahí es donde entra el asunto de la izquierda y de la unidad de la izquierda. La otra cosa que me encontré esta mañana es una noticia sobre una Cumbre que varios medios han presentado como un cónclave para lanzar a Gustavo Petro como presidente, en parte para aumentar la audiencia con algo espectacular, y en parte para ponerle el foco al asunto electoral y mantener a la izquierda en la raya frente a la indignación. Esa reunión fue muy importante, pero tampoco basta. Primero, porque está visto que hay que desarrollar estrategias para controlar mejor los mensajes, que se puede, mientras nos dan el medio de comunicación que propone Aída Avella. Con la experiencia de Hollman Morris, que estuvo en la reunión, no sé cómo se permitió que se dijera lo que los medios quisieran y no lo que se necesitaba decir en este momento. Pero también porque si se están convocando marchas sin bandera y sin partido y se están confundiendo las peras con las manzanas, es porque hay una crisis de representación que ha llegado a tocar a la izquierda, que ha terminado por aparecer como otro sector político que se llama distinto, pero que comete las mismas cagadas. Así que sumar banderas y sumar votos no es suficiente, y tampoco es suficiente esperar que la unidad produzca por sí misma el resultado de recomposición de manera que por su misma cuenta se pueda identificar que la izquierda es, además de una alternativa organizada, una verdadera alternativa; alternativa en valores, en modos, en ética, en capacidad decisión.

    La primavera en Túnez empezó después de que un hombre se inmolara el 17 de diciembre de 2010 frente a un edificio del gobierno, ahogando su propio grito de protesta ante la confiscación de su puesto de frutas, y su grito de dignidad, con el que se negó a pagarle un soborno a la policía. En 2013 nos dijo un filósofo, Zizek, que aquellos días terminaron siendo tiempos en los que soñamos peligrosamente, por lo que pasó con esa y otras primaveras. En España, después del 15 M, las izquierdas siguen divididas sin poder ganar todavía, aunque ya van entendiendo, todas, que no basta con la sopa de letras. Aquí todavía suena el reclamo del hijo de la señora Rubiela, en plena calle, antes de que llegara el ESMAD a atender la emergencia con su alienada estupidez, y una madre está encadenada en la Dirección de la Policía porque no atienden a su hijo.

    José Antequera Guzmán

  • Dar el salto

    septiembre 18th, 2015

    leap

    El jueves 16 de septiembre de 2015 se produjo una noticia trascendental. En Canadá, un grupo de más de cien personas entre los más destacados activistas, líderes, intelectuales y artistas, con el liderazgo de la famosa escritora Naomi Klein, han lanzado el manifiesto “Dar el salto” (https://goo.gl/Zf77ax) con un contenido inspirador y esperanzador para el resto del mundo. Se trata de una propuesta integradora de las reivindicaciones de la justicia social con la conciencia sobre el peligro actual que representa el cambio climático, tema que ha cobrado la mayor importancia no sólo como alarma, sino como base de reconsideración de la agenda de transformaciones profundas, anticapitalistas, a las que se han referido personajes como Fidel Castro y el Papa Francisco.

    El manifiesto tiene un marco que resulta especialmente interesante para nuestro país, Colombia. El punto de partida no es sólo la constatación del peligro real que representa el incremento de la temperatura del planeta por cuenta de la extracción desaforada de combustibles fósiles que alimenta al capitalismo. El manifiesto comienza hablando de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación que dio cuenta de la colonización violenta y represiva contra los pueblos indígenas canadienses, incluyendo la política de asimilación a partir de las Ressidential Schools, por razones que pueden parecer poco obvias: ese exterminio de pueblos indígenas está en la base de la construcción del modelo de producción del país, y aún, de la cultura que privilegia la lógica del extractivismo sobre la protección de los bienes comunes.

    Posteriormente, este manifiesto plantea una agenda de cambios que trascienden su justificación en las consecuencias de la explotación, incluyendo la inminencia del peligro a la supervivencia humana que constituye mantener las cosas como están. Desde ahí, entonces, se habla de la necesidad de materializar una vida distinta, con tiempo, con espacio, un buen vivir a partir de cambios radicales basados en el concepto de democracia energética: es posible y necesario cambiar las fuentes de energía de nuestras economías ligadas al extractivismo, la violencia contra las comunidades, el despojo y el desplazamiento (y los conflictos armados que seguimos intentando resolver, por supuesto). Es necesario poner la tecnología y la política en función de un cambio que signifique que las comunidades controlen los nuevos sistemas de energía posibles, limpios. Es posible cambiar la especulación y la burocracia excesiva por estructuras de propiedad innovadoras, pero hay que asumir como un imperativo la necesidad de recuperar lo público y universal en los derechos sociales. No hay modo de sostener “el salto” sin un compromiso del Estado que reduzca profundamente la dependencia de combustibles fósiles, fortalezca las economías locales y no los tratados de libre comercio, los derechos de los trabajadores, y que expanda los servicios públicos necesarios para vivir.

    En el mismo manifiesto se propone un elemento significativo para esta coyuntura: los firmantes proponen que un país como Canadá acoja a los refugiados, pero no por solidaridad (como es la reparación en nuestra Ley de Víctimas), sino por responsabilidad en la guerra y en el cambio climático, las dos causas vinculadas con la migración masiva (como hemos reclamado también).

    ¿Y de dónde saldría la plata para hacer todo eso? No más subsidios a los combustibles fósiles. Aumento de las regalías. Impuestos a las rentas más altas. Reducción de los gastos para la guerra. Las empresas deben pagar más porque son responsables de mayor contaminación y riego a la vida de todos, y el que contamina, paga.

    Esta misma semana, The Economist publicó una nota sobre el nuevo líder del Partido Laborista Inglés, Jeremy Corbyn, anunciando que su nueva política en realidad sería una cosa vieja. Eso mismo podrían decir quienes advirtieran lo vieja que es la agenda de socialización del manifiesto “Dar el salto” que se ha proferido en Canadá. Yo más bien creo que puede ser una expresión de la llamada “izquierda retro”, en la que nos metió Yezid Arteta a muchos en Colombia, con la idea de volver, pero a los principios que empujan a la audacia y la actualización en el presente, y allí, el asunto del cambio climático ciertamente es fundamental.

    Eso es, actualización. Ahora que en Colombia discutimos la paz, y que vemos venir a lo lejos la nube de una crisis aguantada por el conflicto mismo, tal vez estemos ante la oportunidad de nuestro salto, con la memoria bien puesta, pero hacia un futuro que no pudieron imaginar nuestros padres, porque no tenían internet.

    José Antequera Guzmán.

  • El sol sobre la tierra. A 70 años de Hiroshima y Nagasaki.

    agosto 6th, 2015

    Por el colonialismo que termina por estratificar a los muertos, a la memoria y a sus posibilidades de aprendizaje, entre otras, lo ocurrido en el centro de Europa con el Holocausto ha sido mucho más determinante para nuestra comprensión del mundo que lo ocurrido en otros tantos lugares. La memoria de las masacres en el Congo Belga o en el Putumayo a principios del Siglo XX por el hambre de caucho (determinantes para el curso del desarrollo del capitalismo) o de las guerras de liberación nacional africanas (y su experiencia fundamental sobre el mencionado posconflicto), ocupan muy poco espacio en el pensamiento y la acción por los derechos humanos y la paz.

    La detonación de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki hace 70 años es una de esas experiencias ignoradas que tienen todo por decirnos. La decisión de los Estados Unidos bajo la presidencia de Harry Truman de lanzar a “Little Boy” y “Fat Man” sobre las dos poblaciones ha sido documentada de muchas maneras, y no son pocas las conmemoraciones que se han realizado en nombre de las víctimas. Sin embargo, la resonancia profunda de la experiencia histórica aún se mantiene muy lejos de nosotros.

    Hobsbawm quiso magnificar este asunto de la siguiente manera: “Nunca la faz del planeta y la vida humana se han transformado tan radicalmente como en la era que comenzó bajo las nubes en forma de hongo de Hiroshima y Nagasaki. Pero, como de costumbre, la historia apenas tuvo en cuenta las intensiones humanas, ni siquiera las de los responsables políticos nacionales, y la transformación social que se produjo no fue la que se deseaba y se había previsto”. El día en que se sintió «el sol sobre la tierra»  con mando a distancia, hace sólo 70 años, también incidió en el “cambio epocal de los sufrimientos” que marca hoy nuestro modo de ver la guerra y la paz delineando el concepto de víctima porque el que existen políticas de reparación. Y sin embargo, no ha sido posible afirmar sus lecciones profundas. La “Guerra de los no combatientes”, como también se llamó, significó un quiebre de aleccionamiento al mundo sobre la capacidad destructiva de los EEUU, configurando la paranoia de la guerra fría que los propios gringos terminaron usando a su favor para sostener el anticomunismo con el que abanderaron todas las intervenciones. Pero no ha sido posible todavía que sirva también como referente sobre la potencia y destrucción que confluyen en el conocimiento científico, en particular, el conocimiento sobre la energía y sus fuentes que hace ser al mundo hoy como realmente es, siempre, al borde de la salvación y al borde de la catástrofe.

    “Neccesary Evil” se llamaba uno de los aviones que acompañaba al Enola Gay, encargado de tomar las fotografías del ataque. Él mismo con su nombre es ya la fotografía de una época en la que las víctimas podían ser el mal necesario del progreso. Pero del cambio de esa perspectiva, debiera desprenderse algo más que el repudio contemplativo hacia el pasado. Hay que recuperar la mirada ancha, para ver a Hiroshima y Nagasaki como experiencia histórica frente a nuestro instante de peligro actual. De la distancia entre el reconocimiento de la victimización y la reflexión sobre la perspectiva con que avanza el empuje del desarrollo científico y tecnológico en el mundo, se desprende la absurda pretensión de evitar las guerras y reparar a las víctimas sin afectar en nada el modelo productivo basado en el extractivismo irracional o la hipócrita actitud de los países humanitaristas que ocupan los puestos principales en la venta de armas.

    En el imaginario impera todavía la cuestión de la energía nuclear como amenaza, con razón. Pero con perspectiva peligrosista, esto sólo conduce a la contradicción de impedir su desarrollo (por motivos militares o ecológicos), sin asumir en serio la llamada para el desarrollo de fuentes de alternativas y del cambio del modelo neoliberal que contribuyan a impedir la repetición incesante de la guerra, que es la mejor ofrenda que podemos hacer a estas alturas del partido, sabiendo todo lo que sabemos.

    José Antequera Guzmán.

  • Alerta al proceso de paz

    julio 12th, 2015

    Para que el fútbol sea fútbol se necesitan ciertos principios fundamentales. Hay partidos que se juegan sin uniformes o sin camiseta. Algunos sin árbitro, incluso (en el barrio nadie quiere ese papel). Pero las faltas hay que cobrarlas obligatoriamente, por ejemplo, porque si no es fácil que estalle la pelea. De los principios todos son responsables, incluso las barras, porque se supone que todos quiere que se juegue fútbol. El proceso de paz entre las FARC y el gobierno, aunque no sigue las reglas de un partido, también tiene sus principios básicos, y de esos terminamos siendo responsables todos los que estamos jugando a vivir en este país, incluyendo a los perdidos.

    A mi juicio, más allá del papel, el proceso de la Habana ha demostrado tener como principios los siguientes: La terminación del conflicto es diferente a la construcción de la paz; las víctimas son el centro y la razón de ser del proceso; lo que pasa en la mesa de negociación no se determina por lo que pasa en Colombia con las confrontaciones y nada está acordado hasta que todo esté acordado. Como en el fútbol, la naturaleza de la disputa hace que los principios sean dinámicos, y que por ello entren en contradicción, lo cual es parte del juego, de sus potencialidades y dificultades. Pero lo que ocurre hoy con el proceso de paz, la crisis de la que se está hablando en todos lados, es producto de la crisis de esos principios, de manera que debemos analizarlos.

    A mi modo de ver, las cosas se pusieron más difíciles durante la discusión del punto sobre los derechos de las víctimas. Que las víctimas sean el centro del proceso significa que de lo ocurrido con las víctimas depende la legitimidad del proceso mismo, y por ahí derecho, la legitimidad el modelo transicional que incluye el asunto de la justicia de manera interdependiente con el asunto de la participación política. A falta de claridad sobre el régimen de responsabilidades, por cuenta de todos los años en que la justicia en Colombia ha sido utilizada como arma contrainsurgente (y porque las instancias internacionales de justicia también se han construido políticamente, sin neutralidad), se acordó la creación de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas. Pero ante sus resultados, que constataron responsabilidades ya conocidas sobre las FARC, pero también verdades negadas sobre la responsabilidad del Estado, la respuesta del gobierno fue la ruptura del principio de que las víctimas eran el centro: se hicieron los locos, y comenzaron a presionar los tiempos, obtusos ante la apertura a que les obliga darle legitimidad a otras versiones distintas a las que han abonado la hegemonía de la tesis sobre el conflicto armado interno y las manzanas podridas.

    La declaratoria del cese al fuego unilateral de las FARC, a mi parecer, fue una jugada de presión al gobierno que no cumplía con el principio de no determinar la mesa con lo que ocurriera en las confrontaciones. Sin embargo, era una jugada legítima y necesaria, porque el mencionado principio se enfrentaba al posicionamiento del repudio al sufrimiento humano a partir de la discusión sobre el punto de las víctimas. Las FARC pusieron el case, y el gobierno, en contra del espíritu del principio, temió enfrentar sus propias contradicciones, por lo que terminó en una actitud ambigua, declarando el cese de bombardeos, pero continuando las hostilidades que llevaron a la ruptura del cese unilateral.

    Rotos los principios, caldeados los ánimos, las FARC están jugando con la tesis de la afectación de la confianza inversionista, y el gobierno con la afectación de la confianza de la opinión pública, sin que ninguna de los dos partes tenga legitimidad para reclamarse como adalid del medio ambiente, porque mientras las FARC atacaron el oleoducto Transandino, el gobierno ejecuta todo un plan de desarrollo que resultará en una catástrofe planetaria, sin temor a exagerar. En este punto, las víctimas humanas y los daños medioambientales se han convertido en la pelota misma, lo que no significa otra cosa que la imposición de la lógica de la guerra, por encima de la lógica de la paz.

    En esta hora, me parece, hay que defender el partido mismo, haciendo prevalecer la política y la democracia sobre el chantaje de los que no quieren la paz, y superando la lógica de la guerra. Esto resulta siendo la tarea más difícil para cualquier bando y para cualquier barra. Así por ejemplo, para que la pelota siga jugando los liberales que comandan el proceso actual tienen que actuar de una manera distinta a como lo han hecho, dejando de conceder a la extrema derecha el método del silencio y del uso mediático del miedo cada vez que se les anuncia la posibilidad de que la verdad les obligue a los cambios, que es lo que ha estado pasando. Las propuestas como las de Claudia López y Antonio Navarro, que sólo arrancan aplausos coyunturales, deberían cambiarse por iniciativas de convergencia serias, en las que tiene que jugar todo el espectro político y social de lucha por la paz, que se mantiene jodido por el sectarismo. No podemos perder de vista que este proceso necesita culminar en la terminación del conflicto sabiendo la construcción de la paz es otra cosa, lo que implica que hay que cambiar el motor de la esperanza por la certeza pesimista de que si se rompieran las negociaciones, como ha dicho el senador Iván Cepeda, estaríamos ante una tragedia nacional.

    Sé que he hablado como árbitro. Así es que no temo a que me lluevan los madrazos.

    José Antequera Guzmán

  • La pepa de la Comisión de la verdad

    julio 12th, 2015

    ¿Por qué hoy los comandantes sobrevivientes del M-19 pueden participar en política, a pesar de la toma del Palacio de Justicia, mientras que los comandantes de las Fuerzas Militares que ejecutaron la retoma están siendo juzgados? La respuesta de Antonio Navarro Wolf a esta pregunta ha sido que la insurgencia se acogió a una amnistía, mientras que los militares no quisieron. Plazas Vega y sus defensores argumentan que los militares no tenían que acogerse a ninguna amnistía porque no son culpables de nada, y que si alguien quiere saber dónde están los desaparecidos del Palacio de Justicia, que le pregunte al M-19. Una buena postal para pensar los problemas de la comisión de la verdad que se viene.

    Lo que dicen los defensores de Plazas Vega está descartado, por supuesto, después de una condena en justicia y con debido proceso. Pero la afirmación de Navarro es lo que entra en cuestión ahora. ¿De qué depende que 30 años después siga abierto el proceso por los desaparecidos del Palacio contra los militares responsables? De muchas cosas, pero la más determinante de ellas es la fuerza persistente de los familiares de los desaparecidos. ¿Por qué? Porque los desaparecidos vuelven “cada vez que los trae el pensamiento”, como dice la canción. Porque no hay ninguna fuerza en el mundo capaz de silenciar a quien busca la certeza de lo ocurrido con su hijo, con su madre, con su amor. Hoy, a pesar de las amnistías, los juicios y las condenas, la verdad que más importa a los familiares sigue oculta, y por eso el proceso sigue abierto.

    La comisión creada en la mesa de negociaciones de la Habana tiene varias previsiones de partida. Su carácter extrajudicial, la voluntariedad u obligatoriedad de las comparecencias, y sobre todo, la regulación archivística que le dará carácter de comisión de la verdad, para que trascienda el foro testimonial o el esclarecimiento, estarán todos en debate en los próximos años. Pero lo que determinará su destino, en primerísimo lugar, no depende del papel, ni de las reglas, sino de lo que haga efectivamente frente al motor que nos ha traído hasta aquí, que es la persistencia de la dignidad, en sus múltiples expresiones. Quienes hemos estado en las conmemoraciones, en las reuniones, gritando afuera de los juzgados, nombrando a las víctimas en los territorios velados, prendiendo velas, imprimiendo fotos, rescatando ropas, escritos, frases, anécdotas, tenemos eso como la primera verdad sabida, y con eso navegamos el tiempo: 30 años en Argentina, 70 en España, todos los que quieran en Colombia, y seguimos jodiendo.

    En las reuniones de los clubes y de los cuarteles se están preguntando ahora mismo: ¿Y después de esa comisión qué? ¿Nos van a dejar en paz? ¿Quedará cerrado este capítulo? Frente a los temores ya vienen actuando los que han vendido los archivos del DAS, y los que están afanados con lograr la depuración archivística a instancias de Ley de Inteligencia y contrainteligencia, y los que quieren contratar historiadores y hasta museólogos para definir desde ya el juego y así conjurar la amenaza de la verdad. Pero lo que puede salvar el futuro, que no a los perpetradores y responsables, es el compromiso pleno, como gran acuerdo nacional, de manera que al fin se logre desenterrar a los desaparecidos de todos los tipos y decir sus nombres, y vernos a los ojos, y dejar de ser dominados y dominantes por cuenta de las graves violaciones a los derechos humanos (aunque lo sigamos siendo por cuenta del capitalismo). Si se hace bien, no podremos tener el mismo país que tenemos ahora, cuya marca ha sido la hipocresía.

    El Comisionado de Paz, Sergio Jaramillo está diciendo que no hay que temerle a la verdad. La sociedad, los movimientos sociales, las víctimas, le tenemos que temer, y actuar en consecuencia, a la amenaza del cansancio y de la desesperanza, a la disolución de la fuerza de la dignidad que nos ha traído hasta aquí, insisto, a pesar de la oferta persistente de la renuncia por algún dinero urgente.

    Como dicen los zapatistas. En la lucha, el fin y el principio son una trampa, si se ven por separado. Nada más cierto cuando se trata de pensar en la dignidad, principio y fin de una comisión de la verdad.

    Jose Antequera Guzmán.

  • Carta al Papa Francisco (por si viene)

    abril 25th, 2015

    Estimado Papa Francisco.

    Mi nombre es José Antequera Guzmán, colombiano, hijo de una de las millones de víctimas del conflicto y las violaciones a los derechos humanos en Colombia, entre otras cosas que le podría contar personalmente. Me permito escribirle esta carta ante el anuncio de una posible visita suya en el futuro próximo a mi país que considero una oportunidad determinante en el desenvolvimiento de la búsqueda de verdad, justicia, memoria y paz, a partir del justo sentido en algunos temas que ha demostrado como cabeza de la Iglesia Católica.

    Comenzando el mes de abril de este año 2015, en las primeras conmemoraciones por los 100 años de la campaña del imperio otomano de eliminar a su población armenia, tuvo usted la valentía de llamar las cosas por su nombre y reconocer que lo ocurrido a más de 1.5 millones de personas se debe nombrar como genocidio. A pesar del negocionismo practicado por las élites turcas que ha llegado hasta el retiro del Nuncio Apostólico de Turquía, usted ha pedido al mundo que haga el mismo reconocimiento “sin ceder a la ambigüedad o el compromiso” bajo la premisa de que “ocultar o negar el mal es permitir que una herida siga sangrando sin vendarla”.

    En su determinación es claro que comprende la importancia de hablar de genocidio en particular y de la sensatez sobre el acto de nombrar en general. Usted comprende a Rafael Lemkin, lingüista y abogado que ideó el término de genocidio, que sabía que a hechos como los ocurridos contra los armenios se les debe dejar de llamar de modos que no dan cuenta de su verdadera gravedad, como crímenes terribles que han sido producto de la acción humana premeditada. El Padre Jesuita Javier Giraldo, el personaje que en Colombia se juega la vida con el mismo compromiso que lo hizo Óscar Arnulfo Romero, me habló de usted hace unos días y puedo creer que esa misma determinación tal vez pueda ser parte de su contribución a la paz de Colombia, si acaso llega a venir.

    Igual que Lemkim, Francisco, hay en Colombia muchos quijotes que llevan toda la vida hablando de genocidio. Se han dado golpes en la cabeza ante la cerrazón del establecimiento colombiano que ha querido inventar un cuento sobre el origen del conflicto alejado del hecho real que fue el ataque sistemático contra campesinos gaitanistas, y que implicó incluso el asesinato del propio Jorge Eliécer Gaitán. Otros muchísimos, hemos hecho un gran esfuerzo para que se diga que el asesinato de más de tres mil militantes de la Unión Patriótica a la que pertenecía mi padre fue un genocidio, y no un accidente producto de la acción aislada de manzanas podridas. Igual que la élite turca, la colombiana también se niegan a esos reconocimientos. E igual que los armenios, vivimos aquí con una herida que no deja de sangrar.

    Hitler sabía como usted sabe sobre la importancia de la memoria para la paz, y del olvido como fundamento de la guerra. Por eso argumentó en 1939, listo para lanzar la campaña de Polonia: “¿quién habla hoy aún del exterminio de los armenios?” Como usted, Francisco, además ha comprendido que la memoria depende al final de cómo nombremos las cosas, se me ha ocurrido que podría ayudarnos con eso cuando venga al país. Además de mencionar el genocidio contra los gaitanistas y contra la Unión Patriótica, podría hablar de crímenes de Estado; de conflicto social y armado; de ejecuciones extrajudiciales. Todos esos términos son negados en Colombia y todos son absolutamente determinantes para la paz del país y para que las heridas no sigan sangrando.

    A su venida podría reunirse con quienes seguimos tercos llamando las cosas por su nombre. Así le explicaríamos muchos detalles que no alcanzan en esta carta.

    Muchas gracias por su atención.

  • LA TRANSICIÓN JUSTA

    marzo 1st, 2015

    La paz, con lo que cargamos encima, depende de lo que ya sabemos: verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. No hemos levantado esas banderas en vano. El punto ahora en Colombia es que estas reivindicaciones no se pueden resolver como un capítulo aparte del verdadero problema que tenemos entre manos, que no es la justicia transicional, sino la transición justa.

    Parafraseando a Martin Luther King: la historia nuestra ha sido una gran ilusión de dominación. Una violenta y dolorosa ilusión de dominación, diría yo, que sólo puede repararse con la realidad de la justicia. Así, cuando discutimos sobre los cambios en la distribución del territorio y de la productividad de la tierra, y de la participación política, y de drogas, no estamos discutiendo porque ese sea el programa de las FARC y es lo que toca darles para que acepten desmovilizarse. Estamos discutiendo esos puntos porque en ellos se expresan muchas ilusiones, muchas injusticias: que una nueva ley de tierras mal hecha va a calmar los problemas en el campo; que se puede matar a todos los comunistas y alcanzar el consenso indiscutido entre democracia representativa y neoliberalismo; que a punta de masacres se puede hacer callar para siempre a las poblaciones, etc. Y estamos discutiendo el punto de víctimas, porque esas ilusiones se han pretendido infringiendo sufrimientos que las víctimas mismas lograron demostrar como insoportables, vinculando la legitimación del régimen político a la resolución de la deuda causada.

    En la discusión sobre justicia transicional, que parece un teatro en el que habla César Gaviria respaldado después por Santos como si no hubiera nada planeado de antemano, lo grave es que se pone en peligro el camino posible de una transición que tiene que ser justa para que realmente sea una transición a la paz. Y es una lástima que aquí ya no se le esté dando la misma relevancia a la voz de las víctimas, que en vez de ser un fantasma que reclama cárceles irresponsablemente, como se supone, se trata de una voz muy consciente de los problemas centrales por resolver.

    En materia de derechos de las víctimas una transición justa depende de que se logre la verdad. Pero en vez de estar caminando en esa dirección, mientras se discute de justicia transicional aquí se están dejando perder los archivos del DAS, y se está queriendo imponer que los peores crímenes de lesa humanidad han sido meras fallas del servicio del Estado (ver: http://goo.gl/cjWPyD), por ejemplo.

    La justicia, que sólo Uribe con su bajísima autoridad moral defiende ahora como un problema de encarcelamiento masivo, supone la desestructuración del poder vigente de quienes se han beneficiado de las violaciones graves a los derechos humanos, pero lo que está ocurriendo es que están queriéndonos decir que este es un asunto moral de castigo de los guerrilleros malos, sin que se avance en la identificación de los enriquecidos a punta de masacres y desapariciones.

    La reparación no puede significar “volver las cosas al estado anterior” como si ello fuera posible o deseable, sino un salto material y moral, con especificidades para las víctimas directas, pero dentro de un programa general. Mientras se impone el debate sobre justicia transicional, el gobierno quiere profundizar la financiarización y privatización de los derechos sociales con el PND, hace tiempo identificadas como las vías para que su acceso sólo sea posible para unos pocos.

    Pasar de la ilusión de la dominación a la realidad de la justicia es cumplir con el llamado a la democratización profunda de la que están hablando los informes como el Basta Ya, y varios de los de la Comisión Histórica del conflicto y sus víctimas. Pero en vez de asumir ese reto, el debate de élite sobre la justicia transicional amenaza con dejar de lado las condiciones fundamentales de la no repetición. Para no terminar en un postconflicto violento, tenemos que acabar con el negacionismo acerca de la responsabilidad del Estado que fundamenta el aumento astronómico en el presupuesto de seguridad y defensa como una política de paz. Debe discutirse el modo militarista y represivo con que se sigue tratando a las poblaciones y comunidades que exigen sus derechos. Cambiar el orden de las cosas actuales, o esperar a que nos coma el trigre.

  • Se equivoca Timochenko

    noviembre 15th, 2014

    Considero inaceptable lo dicho por el comandante máximo de las FARC-EP, Timochenko, en su respuesta frente a la condena contra milicianos en el Cauca por el asesinato de dos integrantes de la Guardia Indígena. Tengo el deber de expresar la indignación que me genera, y no permito que se me iguale por eso como enemigo de la paz, ni que se manipule tampoco mi postura. Y escribo lo que pienso porque aunque hablo por mi, sé muy bien que lo que pienso no lo pienso solo.

    Primero, Timochenko interpela al Ministro de Justicia, Yesid Reyes, por sus declaraciones frente a la sentencia de la Asamblea Indígena que condenó a los milicianos. Pero no menciona su nombre sino el de su papá, al que si llama “doctor Reyes Echandía”. Esa mención es irrespetuosa y no es la primera vez que ocurre en un debate contra alguno de los muchos hijos e hijas de personajes reconocidos de la vida política nacional. Se usa la memoria para imponerle al contradictor lo que debiera ser políticamente correcto, asumiendo el supuesto derecho a imponerle a uno lo que uno debería decir por ser hijo de su papá. Ese irrespeto lo he sentido muchas veces, y no puedo sino rechazarlo.

    En segundo lugar, Timochenko lanza un manto de sospecha hacia la Guardia Indígena que resulta irresponsable y peligroso. Los guardias indígenas habrían actuado “envenenados por quizás qué razón”; con “irracionalidad sospechosa”. Luego dice que “es sabido que las comunidades indígenas vienen siendo de tiempo atrás influenciadas por personas y entidades con intereses específicos”. Con esas aseveraciones al aire, en el comunicado del máximo comandante de las FARC-EP, se hace muy delgada la línea entre exculpar a los milicianos en este caso específico, que se supone que pretende Timochenko, y la autorización implícita para el ajusticiamiento de los integrantes de la guardia indígena quienes podrían estar siendo funcionales de la contrainsurgencia.

    Que existe una rancia derecha enemiga del proceso de paz, y que el gobierno con sus ministros juegan con los medios de comunicación a favorecer intereses de clase son verdades irrefutables. Pero de ahí no se puede desprender que si uno se separa de la versión de las FARC-EP, o que si está de acuerdo con la sentencia condenatoria y su procedimiento, tenga entonces ese carácter, o que no entienda mínimamente la justicia como dice Timochenko. A mi no me convence la explicación sobre los hechos en la que aparecen los guerrilleros armados como las víctimas atacadas por los guardias desarmados, irracionales y sospechosos. Al tiempo, me parece claro que el juicio oral sin apelaciones por hechos de esa gravedad no sigue las reglas del debido proceso. ¿Dónde me ubica eso?

    Dice Timochenko al final de su comunicado que la izquierda y los liberales amantes de la ley que se oponían a la justicia penal militar contra civiles ya no existen. “Esa gente se acabó ya. La mataron a toda o aterrorizaron por completo a los sobrevivientes”. Yo en cambio he visto desfilar por la Habana, y en múltiples y diversas expresiones sociales por todo el país, incluyendo al pueblo Nasa, a cientos de miles de representantes de una conciencia intachable que no están para que se les reconozca según las circunstancias, sino para que se les considere seriamente como interlocutores.

    Por el uso irrespetuoso de la memoria, por reproducción de la estigmatización contra la población civil, y por desconocimiento ofensivo de las luchas actuales de los sobrevivientes, se equivoca Timochenko.

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