• Sobre…

Primero fue la palabra.

  • El 25 de noviembre y mi violencia.

    noviembre 25th, 2012

    Siempre salgo regañado cuando quiero hablar de “temas de género”. Pero necesito hacerlo ahora, por mí mismo.

    Me enseñaron una visión del mundo donde brillan las desigualdades económicas, las injusticias sociales, las batallas políticas, la historia no-oficial y mi sitio entre todo ello; una perspectiva revolucionaria para comprender y transformar las relaciones sociales, para hacernos libres,  según rezo  en mi propio discurso. Pero teniendo que comprender muchos de los problemas de la vida como abstracciones, ha sido muy poco lo que he podido encontrar acerca de la  forma revolucionaria de ver y comprender aquellas relaciones que me espetan como parte de mi felicidad o infelicidad en el nivel más intimo: las relaciones del amor, de la amistad, de la familia, etc.

    No desconozco la oportunidad que he tenido para apreciar una larga cuenta de miradas y prácticas disidentes y felices frente a estos asuntos, ni el hecho de que también han sido objeto de moldeamiento a punta de represión y exterminio. Pero en lo que a mi experiencia se refiere, me parece que los valores alternativos han sido asumidos las más de las veces como licencias temporales marginales, aisladas, incapaces de vincularse en serio en cotidianidad  de las apuestas políticas renovadoras para permitir cerrar el círculo de las mismas como propuestas frente a nuestra forma de vida concreta y presente, más acá del sueño de la macropolítica.

    Entre todos, los valores que me pesan para conjurar son los que tienen que ver con la pasada conmemoración del 25 de noviembre: El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.  Su sentido, sin duda, tiene que ver con el hecho de que exista una práctica sistemática de violencia contra las mujeres, legitimada socialmente, como problema específico por denunciar y enfrentar. Pero su potencia, como en toda conmemoración, está en la posibilidad de llamarnos a tomar en serio las implicaciones del repudio profundo de esa realidad a otros niveles.

    Aquí es donde corro el riesgo de decir cosas que me terminen por colgar de las orejas. Pero el mito de que no puedo o no debo  hablar desde mi lugar, porque soy hombre, y disfruto de los privilegios de mi posición entre la clase de los hombres,  o porque en este lugar sólo puedo expresarme con un arsenal académico, es justamente una de las limitaciones por superar, creo.

    La violencia contra las mujeres nos tiene que interpelar, a mi me cachetea, sobre nuestras relaciones en sus términos más íntimos, y por eso más silenciados. Lo que se supone natural, desde lo que significa ser hombre y ser mujer, y ser en tantos términos,  tiene que ser puesto sobre la mesa pública, incluso en contraste con el modelo de imposición narco paramilitar y el conflicto, que hoy definen hasta la moda del corte de pelo en tantos territorios.

    Ha sido difícil para mí reconocerme dentro de la relación de violencia “natural”, en mi  sitio. Y mucho más, el intentar hacerlo más allá del esquema de la culpa fácil que  tergiversa  el problema con el slogan reducido que dice “a la mujer no se le ha de tocar, ni con el pétalo de una rosa”. Sin haber ejercido violencia física contra ninguna mujer, siento vergüenza al verme replicando una forma estándar de relaciones cargadas de infelicidad normalizada. Yo debo probar mi fuerza, yo debo proveer, yo soy el hombre de la casa, yo debo ser como mi padre (también, o sobre todo, en el plano sexual), y debo soportar silencioso las conductas también “naturales” que mi posición implica. El grito, la manipulación, el celo, el deseo reprimido, la hipocresía.

    Así las cosas, me parece necesario asumir seriamente la conmemoración del 25 de noviembre: pensar la violencia inmersa y supuestamente natural de nuestras relaciones sexuales y de género, todas, como homenaje amplio a las mujeres que insisten y resisten. Hay una felicidad por ganar que vale por una revolución en sí misma, y una revolución por construir que puede ser mucho más real que tantos experimentos fracasados,  desde allí.

    Ojalá.

  • La paz es un espejo

    septiembre 7th, 2012

    Estamos podridos. Pensar en la paz en Colombia, al punto en el que estamos después de más de medio siglo de conflicto, y de masacres y desapariciones y desplazamientos que enriquecen a los que han hecho de la guerra su mejor negocio, sólo ha podido justificarse hoy como una victoria de la estrategia de guerra del Estado. ¿Es que vivir en paz, en un país democrático y  justo, dejó de ser una aspiración legítima que recoge los valores en los que se debe creen en Colombia?

    La pelea más dura de Santos, concediendo el beneficio de la duda sobre su buena voluntad, es al interior de las fuerzas que comanda. Difícil posición la de tener que convencer a la caverna colombiana y a los medios de su resonancia, sobre la necesidad de la solución política, cuando no se puede hacer ninguna concesión moral al adversario y se tiene que mostrar el camino de la paz como la parada final del camino de la guerra,  para capotear el susto del que es dueño y señor el ex presidente Uribe. Guerrear, dar de baja, dar en la cara, se han impuesto como las actitudes correctas del gobernante de turno, por lo que ahora es una odisea cualquier cosa que signifique bajar el fuego sin bajar en las encuestas.  Algo tendrá que ver con el hecho de que denunciar, o protestar sean tan repudiados cotidianamente en nuestra sociedad, autorizados  la rechifla o el insulto al sapo que se tira la comodidad del silencio.

    Abiertas las conversaciones de paz, se escuchan demasiadas expresiones en la calle y en los medios  que tienen que cuestionarnos profundamente sobre la responsabilidad de la sociedad colombiana en este proceso. Nadie sabe si llegará a buen puerto, pero si vamos a hacer memoria no se nos puede pasar observar, más allá de medir los errores en las técnicas de negociación, las actitudes de los ciudadanos de a pie frente a la posibilidad de la solución política del conflicto. Al que le caiga el guante: ¿Todavía cree usted que el dilema entre la solución política y la guerra eterna puede resolverse sin su compromiso con la paz, no como victoria, sino como valor a rescatar en un proceso de diálogo y reconstrucción nacional?

    No se puede seguir con el lenguaje hipócrita que dice que “todos los colombianos queremos la paz” pero que puede aceptar la continuidad del conflicto como parte del paisaje, cuya resolución puede dejarse en manos de los gobernantes o los comandantes. Primero, porque el conflicto está afectando la vida de la sociedad colombiana, no sólo por la victimización, sino porque su vigencia es absolutamente incompatible con todos los derechos; el modelo que pone a los soldados por encima de los ciudadanos ahoga la posibilidad de que la educación determine el desarrollo del país, y es la mejor excusa para el saqueo y el control de los territorios. Pero sobre todo, porque la paz está en el corazón y en la mente de los colombianos y las colombianas, como la base de la creatividad, el amor a la familia, la fiesta colectiva, y esas tantas cosas que a tantos les parecen, ya se han acostumbrado, ilusiones de película de Hollywood.

    Así las cosas, antes y ahora, quieran o no los comandantes, tenemos que recorrer el camino de la solución política del conflicto en nuestro país. El prejuicio de la muerte como destino, la tolerancia silenciosa de los montadores del miedo, el mito de que la ampliación de la democracia no tiene nada que ver con nosotros; todo eso nos toca. Por las víctimas de todas las traiciones al anhelo que nos pertenece como pueblo, es hora de vernos en el espejo de nuestra responsabilidad como sociedad en la construcción de la paz.

    Jose Antequera Guzmán

  • 13 de agosto: Día Nacional de la Esperanza.

    agosto 13th, 2012

    Homenaje a Jaime Garzón.

    «Cada personaje de Jaime es un tipo de verdad oculta, segregada tras el muro de la hipocresía que subyace a lo mágico de las contradicciones macondianas. Y él mismo, un ejemplo de desparpajo frente a la vida como el que se necesita para nunca sentirla perdida»

    Leer más en: http://hijosenbogota.blogspot.com/2012/08/jaime-garzon-13-de-agosto-dia-nacional.html

  • El Polo tiene que decirle sí a la paz.

    agosto 2nd, 2012

    La posición de Carlos Gaviria  con respecto a la Marcha Patriótica, resaltada por Rodolfo Arango en la columna “El Polo dice no a la Marcha”, demuestra una mirada equivocada y decepcionante frente a la paz  que merece un cuestionamiento profundo.

    En la pasada Conferencia Ideológica del Polo, Gaviria expresó una mirada que comparten varios dirigentes de izquierda. No se puede apoyar a la Marcha, según el resumen de Rodolfo,   porque: “El PDA ha sido y es un partido democrático que rechaza la violencia como medio para acceder al poder. Si el Polo apoyara la marcha, no siendo claros sus orígenes y propósitos, cometería el error histórico de arriesgar las vidas de sus integrantes en una posible reedición de lo sucedido a la Unión Patriótica y facilitaría la treta de los enemigos de la izquierda que igualan al PDA con la guerrilla”. En otros términos, como lo dijo Gaviria, hay que evitar “la parábola de la Unión Patriótica”.

    Más allá del problema de si el Polo se une o no con la Marcha, me quiero referir a lo equivocado de los argumentos, por varios motivos que son uno solo: Estigmatización, incomprensión sobre el reto de la paz, y negacionismo frente al genocidio de la UP.

    Todo ejercicio de organización y proyección política de esa población históricamente estorbosa para el progreso capitalista en Colombia, mandada a exterminar desde los años 40, excluida del Frente Nacional, traicionada durante los procesos de paz de los 80, y aún no incluida en el país de la Constitución del 91, ha significado una batalla de sujetos de carne y hueso por el favorecimiento de una apuesta por la política, el diálogo y la paz. Asumir eso ha sido asumir la  posición política más arriesgada posible en Colombia, a voz en cuello y pecho descubierto,  porque significa asumir la representación del pueblo colombiano asumiendo el hecho que, en la realidad,  las fronteras entre lo legal y lo ilegal sólo están definidas en la mente de los jueces citadinos, y de que existen dinámicas de violencia y motivos para que las confrontaciones armadas manden la parada con los que hay que bandearse todos los días.

    Y es eso, una puja por esa apuesta,  lo que determinó la creación y el desenvolvimiento de la Unión Patriótica, así como hoy puede ser lo que  determina la creación y el desenvolvimiento de la Marcha. Y más allá, es eso lo que determina el tipo de acción que hoy convierte en protagonistas nacionales al movimiento estudiantil y al movimiento indígena a quienes también les toca debatir para que prime la palabra,  la movilización y la unidad, sin caer en posiciones fáciles sobre lo que significan el tropel o la guerra. Hay que armarse de argumentos más contundentes que cualquier otra arma, y desde allí movilizar políticamente al pueblo, que es el pueblo que tiene que representar la izquierda del color que sea y del nombre que sea, para apostarle a la política a pesar de los motivos y las dinámicas que la incompetente oligarquía se ha negado a resolver con propuestas serias y cumplidas  de solución política del conflicto colombiano.  Y es desde allí  que han salido desarmados tantos liderazgos  como en la UP, y le han puesto la cara al debate público, y han tenido que soportar todo el peso de las estigmatizaciones y de la judicialización, y los pedidos absurdos para que reduzcan su posición y se definan entre el blanco y el negro.

    La incomprensión sobre lo que significan las apuestas por la solución política del conflicto, las que rebasan el discurso y se involucran en la organización popular, conduce a respuestas equivocadas. No sólo a llamar “parábola” a un genocidio, y desconocer la existencia de una política de exterminio frente a la UP, sino a repetir, ahí sí, la pésima posición que deja en el limbo a los que se la juegan, perdiendo la batalla que han querido librar, imponiéndose la razón de la guerra como ha pasado, y quedando expuestos a los asesinatos que luego sí se reivindican con homenajes y golpes de pecho.

    Esa no es la respuesta que esperamos del Polo quienes hemos asistido a la imposibilidad de alcanzar la paz desde el inicio de procesos coincidentes con el neoliberalismo y la política de despojo que hoy denunciamos como movimientos sociales. Y no se trata de que resolvamos el problema con la decisión de juntar el Polo con la Marcha Patriótica, insisto.  Se trata, en últimas, de que la izquierda, toda, asuma el compromiso histórico que pasa por evitar la estigmatización como recurso para mantener una supuesta hegemonía que más bien es vanguardismo, y se aviente con la verdad en la mano a alcanzar el sueño incumplido de la paz con todo lo que ello implica.

  • Guardia, Guardia. Fuerza, fuerza…

    julio 25th, 2012

    «Es absurdo, entonces, que se siga transmitiendo la situación en el Cauca con esa mirada estrecha, racista, equivocada como siempre en la ruta para alcanzar la paz. No es nada útil el eco desde los medios que repudia la violencia, pero que termina por enlazarse de manera perversa con el racismo que ha justificado durante largos siglos el proceso de despojo y exterminio contra los pueblos en Colombia».

    Informe completo de lo que vimos y sentimos en el Cauca, con H.I.J.O.S.

    http://hijosenbogota.blogspot.com/

    Foto. José Antequera Guzmán.

  • Patrón es patrón.

    junio 11th, 2012

    Las críticas a la Serie “El Patrón del Mal” suelen concentrarse en el riesgo que implica que los niños y jóvenes, sobre todo, se identifiquen o admiren a Pablo Escobar. Sin embargo, aunque válidas, me parecen mal enfocadas.

    Patrón es patrón, y no se hace alguien a una posición de esas porque no tenga características que, aisladas de las consecuencias de las acciones, puedan producir admiración. Inteligencia, valentía, liderazgo, carisma, son elementos que se pueden encontrar en personajes como Escobar o en Castaño, por lo que reconocerlos es un riesgo fácil. Investigue cualquiera la infancia de los asesinos más grandes de la historia, los momentos de dolor y los sentimientos de miedo que les han envuelto, y será difícil que no digan, como el investigador ficticio de la vida del asesino de Trotski en la novela “El hombre que amaba a los Perros”, que sienten asco de sí mismos. Peor aún cuando eso les pasa a los jóvenes que compran “Mi Lucha” y terminan en el absurdo ignorante de reclamarse neonazis tropicales.

    Pero es que resulta que ver a los personajes como Pablo Escobar como seres humanos es una necesidad. Sacarles de la idea de monstruos es lo único que permite preguntarse por las circunstancias que los marcaron y lo que debemos transformar para impedir la continuidad o la recurrencia de sus acciones. Eso es parte de hacer memoria. Pero el ejercicio está incompleto, y ciertamente es riesgoso, si uno no pone al personaje en el contexto y los contrastes necesarios que permiten balancear los valores que por humano y patrón encarna.

    Allí es donde está, a mi juicio, el error de la serie. Yo estoy seguro, en eso confían los realizadores, de que viene una parte en la que se verán las bombas y la sangre, y hablarán víctimas, y se verá llanto, como la manera de contrarrestar el sentimiento compasivo que ahora temen muchos. Incluso, ya comienzan a aparecer los personajes de Galán, Lara Bonilla y Guillermo Cano para ponerse por encima en valor y demostrar quiénes representan a los patrones del bien. Pero eso no será coherente ni suficiente.

    El error de la serie es el personalismo y la manera de su elaboración. Si no se han fijado, los únicos que llevan nombre propio son unos cuantos personajes patrones todos en su lugar, mientras que los asuntos del contexto se dejan con nombres y características genéricas, de ficción, con representaciones realmente opuestas al ser de los patrones; vacíos de valor, como mandan los manuales que tenemos que representar públicamente a los subversivos, o vacíos de poder como nos manda entender a los pobrecitos capos que un día se hacen matones porque alguien vino y les robó su caballo favorito. Y eso pasa particularmente, qué casualidad, con los que podríamos vincular al presente inmediato de juicios en curso. Por esa vía, en vez de una mirada crítica del presente, se está promoviendo una afirmación de los lugares comunes sobre el pasado: Que la guerrilla es la génesis de la violencia, no importa si se llama M-20 o J-50 y que el problema con los paramilitares es que sean ilegales, porque su violencia es una reacción legítima ante el secuestro.

    La cuestión, entonces, es qué tanto se puede cuestionar a los patrones del presente en una serie del TV, por la vía de una memoria amplia que nos quite de encima el paradigma de que la historia de Colombia es una sucesión de personajes, más malos o más buenos, mientras el desvelamiento de la máquina de despojo y exterminio se nos sigue escapando de las manos.

    José Antequera Guzmán

  • Nuestro llamamiento por la paz.

    mayo 9th, 2012

    A ver si nos ayudan a que se escuche.

  • Roméo… ¿Dónde estás que no te veo?

    mayo 7th, 2012

    Proferido el comunicado del Estado Mayor Central de las Farc-Ep, publicado en la página de ANNCOL  http://anncolprov.blogspot.com/2012/05/el-secretariado-de-las-farc-ep-ahora.html?spref=tw, queda claro cuál es la posición que se ha ordenado frente al caso del periodista francés  Romeo Langlois. Por lo menos allí, no se ve al Roméo que conocemos, así que nos toca insistir en su carácter.

    De acuerdo con el mencionado comunicado, la cosa es simple: Romeo iba con los militares y con prendas militares, de manera que existe toda la justificación para tratarle como a un militar capturado, es decir, como a un “prisionero de guerra”. Eso significa el derecho para mantener dicha retención hasta que se cumpla alguna condición.

    La premisa sobre el carácter de Roméo es el primer punto. Se trata necesariamente de un periodista funcional al proyecto de guerra porque si no, no lo admitirían en un helicóptero militar: “Los periodistas que las fuerzas armadas colombianas llevan consigo en sus operaciones militares, no cumplen el propósito imparcial de informar sobre la realidad, sino el de manipular, ésta para que sirva al proyecto de guerra contra el pueblo colombiano”.

    Al respecto  hay una clara y grave equivocación. Como ya lo vienen diciendo los muchos colegas que le conocen, y otros tantos líderes de diferente tipo con quienes se ha relacionado, Romeo es un periodista independiente y arriesgado, cuyo trabajo se acredita por sí solo. Y su presencia  con las fuerzas militares no demuestra su funcionalidad a los objetivos del Estado. Muy al contrario, y esto no es retórico, lo que demuestra es una alta capacidad de gestión y un alto grado de riesgo, para poder ir al terreno de los combates e informar.

    De su trabajo no ha salido antes y no saldría en este caso tampoco, un producto manipulado. Como en varios trabajos que le hemos visto, lo que saldría seguramente es lo absurdo de la realidad sin maquillaje, que basta con que sea vista para que se demuestren las relaciones que la sustentan. Y eso habla por sí solo. Esa es la función de los periodistas extranjeros que cubren el conflicto, mostrando con entrevistas las afirmaciones que aquí justificamos o asumimos como normales, pero en otros países producen escozor. ¿Por qué será?

    Como segundo elemento del comunicado, nos queda la primera condición anunciada para la liberación de Roméo: “Romeo Langlois vestía prendas militares del Ejército regular en medio de un combate. Creemos que lo mínimo que puede esperarse para la recuperación de su plena movilidad es la apertura de un amplio debate nacional e internacional sobre la libertad de informar”.

    Sobre eso también hay un error. El caso de Roméo Langlois ya ha inaugurado un debate nacional e internacional. Pero bajo el régimen actual de los mass media ese debate seguirá siendo, ahí sí, funcional a la guerra, y su variación hacia una reflexión real sobre la libertad de información no será lograda manteniendo el cautiverio de Roméo, por el simple hecho de que esa situación es anti-reflexiva; eleva todas las sensibilidades y no deja lugar para desarrollar el debate pendiente.

    Cada segundo de demora en la liberación de Roméo Langlois es un segundo perdido para todos. Para los periodistas, para la libertad de expresión y para clima favorable a la solución política. El riesgo que significa prolongar este momento sólo es favorable para los enemigos de la paz.

    José Antequera Guzmán

  • Marcha al debate

    abril 27th, 2012

    Más allá del coro policivo sobre la Marcha Patriótica, es necesario comprender y abrir los debates que provoca esta iniciativa; allí el compromiso con la democracia  y la solución política del conflicto,  independientemente de la pertenencia.   Entre todos, me parecen particularmente importantes los siguientes:

    1. La cuestión de la solución política como tema central de la agenda.

    Este tema ha sido asumido por los analistas como el principal, pero en realidad es mucho lo que falta por definirse al respecto. La Marcha, al igual que el Polo  y que toda la izquierda, tiene una perspectiva de comprensión del conflicto donde brillan las causas estructurales del mismo. Sin embargo, lo nuevo es que estén confluyendo organizaciones que han venido incluyendo temas y perspectivas de reivindicación desde su auto comprensión como víctimas, de acuerdo con las dinámicas que han elevado la legitimidad de esa condición. Ello implica que desde muchos sectores de la Marcha se empuje una mayor sensibilidad frente a la urgencia de la paz y las garantías para que su ejercicio de participación no se convierta en una papaya para el exterminio. No obstante, también confluye en el nuevo movimiento una nueva generación que ha cargado la frustración del aislamiento de Colombia frente al resto de América Latina en el avance de la izquierda con el conflicto como excusa para todas las represiones,  y que más que solución política, empuja por un programa radical donde las cuestiones humanitarias pierden prioridad frente a la vocación de poder desde la acumulación de fuerzas en el ámbito popular (sin querer decir que sean incompatibles).

    En el entretanto de esa resolución en el movimiento naciente, lo único claro es que no se ha visto ni una sola fuerza que considere deseable o empuje efectivamente a la continuidad de la guerra.

    2. El tema de la democracia.

    Y es que si bien el lema de la Marcha es “Por la segunda y definitiva Independencia”, no deja de ser el tema al que más tinta se le ha gastado a los diferentes documentos que hemos podido conocer. El asunto tiene que ver en gran medida con las diferencias con el Polo y con otros sectores políticos de izquierda,  así como  con la intensión de conformar un “bloque hegemónico de poder”.

    Asumiendo que en la izquierda está superada la discusión sobre la necesidad de trascender la democracia representativa de mercado, el debate sobre la democracia cuestiona concretamente  la noción-herencia de la Constitución del 91- de la democracia centrada en la perspectiva de derechos. En la Marcha, si no estamos entendiendo mal, se avanza en una definición de democracia donde lo central es el sistema como tal, el modelo de país y de sociedad.

    Así mismo, el bloque hegemónico actual implica un consenso implícito a nivel nacional acerca de que el principal escollo a superar en la búsqueda de la paz es el de la justicia (los derechos de las víctimas). De tal suerte, la Marcha tendría que ubicarse en ese debate, y ello significa  la apertura al debate público sobre las limitaciones democráticas del país como verdadero obstáculo  de la paz, y su superación como escenario mismo de justicia.

    En ese sentido, se puede esperar que la Marcha discuta mucho sobre la noción de democracia, ya que allí estaría el planteamiento que le dé un viraje a la propuesta “hegemónica”, que sea al mismo tiempo elemento  diferenciador  del Polo, y  eje de una propuesta seria de solución política del conflicto.

    Vale decir, las resoluciones al respecto son de lo más difícil de lograr. Lo que también se ve en lo que hemos podido conocer es que hay quienes pujan por una crítica a todo lo que se ha avanzado al respecto, incluso a la democracia participativa, sin tener idea de cómo se resuelven problemas que muchas veces son de carácter logístico y que atraviesan a los propios escenarios de la izquierda.

    3. El parecido con  la Unión Patriótica.

    Eso es lo que dice todo el mundo: Que Marcha Patriótica suena a Unión Patriótica. Pero la verdad es que hay diferencias y similitudes que es importante comprender. La Marcha está conformada por muchas organizaciones y sectores sobrevivientes, que apostaron a la Unión Patriótica en su momento, así como por muchos jóvenes que piensan que de haber tenido capacidad política en los ochentas le habrían dado la vida a ese proyecto. Y es que es claro que la Marcha representa el mismo fenómeno histórico de la Unión Patriótica, esto es, el de la confluencia de organizaciones y sectores sociales a los que se les ha excluido en los diferentes pactos de conformación del país, e incluso se les ha pretendido exterminar,  por ubicarse en el lugar de mayor contradicción con el modelo de desarrollo  que aún no termina de cuajar. Por ello, más que por una simple cuestión de voluntad, la Marcha se parece a la UP, y tendrá que desenvolverse con muchas dinámicas comunes, sobre todo, la de tener que elevar la demanda permanente por la garantía para su participación política y la solución política al conflicto. No obstante, también es cierto que la Marcha surge en un momento diferente del mundo y del país, y que sus dirigentes, muchos distintos,  se presentan con una experiencia donde ya cuenta una valoración crítica de la historia de la izquierda, así como una menor ingenuidad (eso esperamos). Ahí está la prueba para la “memoria” de esta iniciativa: Hay que asumir el reto del presente sin cargar con estigmas y errores del pasado, pero también conviene aprender de la experiencia y no perder el tiempo recorriendo caminos transitados hacia fallas insalvables.

    La Marcha Patriótica está en boca de muchos que la miran con recelo. Sin embargo, más allá, debería representar una apertura a debates importantes, que no se pueden considerar arrastrados por las experiencias que han hecho crisis en la izquierda. Lo que no se puede negar es que se tienen que tener los ojos muy empañados de guerra para no considerar al pueblo que aguantó tantas dificultades para venirse hasta la Plaza de Bolívar en Bogotá, y afirmar su lugar en el tiempo y el espacio de esto que llamamos Colombia.

  • LA MEMORIA DE LOS PUEBLOS

    febrero 23rd, 2012

    Nuestros muertos no son cifras. Tampoco son sólo nombres, o fotografías de carné. Nuestros muertos son la encarnación de valores, relaciones, anhelos, posibilidades truncadas  o legadas, según lo que podamos hacer nosotros, al fin y al cabo.

    La memoria del poder es como la de una máquina. Digo, del poder de la oligarquía mandada o mandante del poder del capital transnacional, mandado o mandante de los medios de comunicación, mandados o mandantes del vaciamento cultural del neoliberalismo.  Responde al sistema de comparar un dato registrado entre la larga lista de la población, con el código que autoriza o niega la posibilidad de su anulación. El dato está sometido a la lógica del racismo de Estado. Se dice comunista, terrorista, joven, estudiante, mujer, negro, etc., para decir “tu vida me importa un huevo”. Despojada, amilanada, inocente, inofensiva, esa vida se hace aceptable para el tratamiento destinado a la “víctima”.

    El poder, así mencionado, confunde la memoria con la ideología humanitarista. Muestra la muerte y el dolor incesantemente con fines concretos. Se dedican largas horas y recursos a que nos enteremos de lo que pasa en el mundo, entendido como las tragedias que ocurren en el mundo desarticuladas de sus causas estructurales.  Existen museos, exposiciones fotográficas, expresiones de todo tipo dedicadas a mostrarnos el sufrimiento humano. Y con cada muestra de sufrimiento pretende justificarse luego una nueva guerra, la necesidad urgente del estado de cosas actuales donde el Estado es el único que autorizado a ejercer la fuerza o la violencia, sobre la base de nuestra pérdida de orientación.  Seguridad Democrática, lucha antiterrorista, ambas parten de una “memoria” de las víctimas como un valor en sí mismo, de las cuales siempre son responsables todas las irracionalidades humanas que dejan sólo un reguero de escombros donde no es posible identificar  motivos, ni consecuencias; donde no se puede hacer nada más que resignarse.

    Así, el poder como hegemonía, como  autorización aceptable de la dominación, propone a la “memoria” como una necesidad absurda: “recordar para no repetir”, es una consigna plana que elimina el problema que tenemos en frente: transformar.

    La memoria de los pueblos, en cambio, es memoria porque subyace como resistencia a la ideología del poder, así como lo hemos dicho. Y digo de los pueblos trabajadores, indígenas, estudiantes, campesinos, luchadores, defensores, intelectuales, etc.,  que llenan de sentido la vida con la historia, las ciencias, el canto y la poesía, sin determinar su creatividad y conocimiento como una fábrica en venta. La memoria de los pueblos siente cada muerte como lo que es: sustento que abandona, relación entorpecida, resistencia amenazada. Y todo esto porque le importa la vida humana, que es la vida cualificada, política, creativa, posible, que importa cuando está viva porque está viva y por lo que hace para los pueblos viva, y no sólo cuando está al borde de la muerte, cercana a convertirse en pieza de exhibición para la contemplación.

    Desde ese punto de vista es muy distinto decir “victima”. El pueblo abandera la memoria, como el relato de sus luchas y sacrificios que da sentido a sus luchas y sacrificios nuevos, con el sustento de los hechos que prueban la existencia de la máquina de despojo y exterminio, la constitución del Estado Colombiano como ente funcional de esa máquina. Rebusca detrás, encima, debajo, junto a los sufrimientos. Hace visible el dolor, claro, pero tanto como a la resistencia y al fuego, porque el dolor es su pan diario, no un lujo de espectáculo, sino la esencia de la condena de su vida como materia de explotación,  subordinación y obediencia. Y con cada demostración de la vida compleja, con sus dolores y luchas, abre el camino de las alternativas: de la solución política y negociada de la guerra, de otra vida económica y política.

    Así, revolución, socialismo, poder popular, democracia, participación, reforma agraria, educación pública, etc.,  parten de la memoria de las víctimas, pero no como valor en sí, sino como experiencia enmarcada en la construcción de nuestro país y de nuestro mundo, con todo lo que ello implica. De  ello somos responsables todos, para lo cual se requiere de la clarificación de las responsabilidades involucradas en la ejecución de las políticas de despojo y exterminio.  Causas, motivos y consecuencias importan también a la memoria de los pueblos, como el vínculo que une al pueblo mismo para luchar por la transformación de las condiciones donde se han incubado las tragedias y los dolores.

    Los pueblos, como decimos resistencia, comprensión y alternativa frente a la dominación que toma a la guerra como excusa, proponemos la memoria como una necesidad urgente, pero con un lema contundente, efectivo: “movilizar nuestro pensamiento y nuestra acción contra las condiciones actuales que reproducen la barbarie”.

    Con esta perspectiva, la de la urgencia del actuar, del compartir y del expresar, conocemos a Andrés Barbosa Vivas y a la Fundación que lleva su nombre, a través del ejercicio convocante donde la poesía cumple el papel de conjuro contra el silencio y la impunidad.

    Son tiempos de urgencia en Colombia, sin duda. El gobierno avanza aceleradamente hacia la adecuación del país entero como territorio en venta, gracias a largos años de despojos, desplazamientos y exterminios que han afectado la respuesta desde la memoria del pueblo que somos, pudiendo convivir el país de la Ley de Víctimas con el de las concesiones mineras y la continuidad del paramilitarismo que asegura su proyección. La memoria está en peligro y se requiere de una suma de fuerzas que rebasa, por mucho, el trabajo de los defensores de derechos humanos, o el de los historiadores y académicos. Hoy, como siempre ha sido en los momentos en que se pretende cercenar el legado de luchas que se articulan con los sacrificios y dolores populares, se quiere de la música, de la poesía, de los colores en las paredes y en los cuadros, del ejercicio de compartir y transmitir los relatos que hablan de nosotros y de nuestros muertos como lo que son.

    En esa dirección, nos sentimos emocionados y orgullosos de poder acompañar este proceso, como parte del movimiento que se niega a aceptar la indignidad de la memoria arrebatada. Que venga pues la poesía como potencia histórica.

    https://www.facebook.com/fundacion.andresbarbosavivas
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